Un Sumo Pontífice relativamente
De pensamientos terrenales y trascendentales:
Confieso que mis pensamientos suponían para esta nueva elección papal, un Sumo Pontífice relativamente “joven” entre 60 y 70 (no más), para encarar un pontificado lo suficientemente largo para poder llevar adelante lo que la Iglesia estuviese necesitando en materia de cambios y/o desafíos contemporáneos que no son pocos, pero que a su vez, no sé si tampoco sean tantos como a veces el mundo nos quiere hacer creer/vender…No obstante, suponía también un perfil de Pastor con amplia sonrisa y buen “manejo comunicacional” para tener una “mayor y mejor llegada” a los jóvenes y a todos aquellos hermanos, que quizás estando algo alejados de la Iglesia, no se hayan sentido muy atraídos por la figura de Benedicto XVI (en lo personal: ¡un grande!). Pensaba, en definitiva, en una suerte de “nuevo Juan Pablo II”, quien asumió con 58 años y rápidamente se ganó el cariño y asombro de multitudes, gracias a su combinación letal de carisma innegable y una espiritualidad profunda.
Estos pensamientos míos, sumados a lo que uno venía siguiendo de la mayoría de los medios que hablaban de una aparente puja pareja entre el cardenal Sherer (63 años, brasilero) y el cardenal Scola (71 años, italiano), como “favoritos” para el trono de Pedro, me llevaban a suponer que entre ellos dos podría estar nuestro futuro Pastor, aunque debo admitir, que también cabía en mi cabeza la posibilidad que se repitiesen situaciones de cónclaves anteriores: figuras que llegaban como favoritos, pero que luego entre ellos se “colaba” un tercero no tan popular/conocido. Ahora bien, ¿que ese “tercero” pudiese ser nuestro Arzobispo de Buenos Aires…? No parecía ser una opción “realista” o “de peso”; de hecho, en todo caso le tenía un poco más de confianza al cardenal Sandri.
Todo esto formaba parte de mis pensamientos, pero nuestros pensamientos no son los de Dios, ¡gracias a El! Solo nuestro Dios conoce profundamente el corazón de cada uno de los 115 cardenales que entraron en estos días a la Capilla Sixtina. Solo El es capaz de saber las intenciones más profundas y el tipo de fe que anidan en esas almas, por lo que su elección es siempre la más sabia y perfecta, por más que nuestro “ojo humano” de formación (¿y deformación también?) mundana no sea del todo capaz de observar lo esencial, y se deje llevar por apariencias, posturas, palabras… Mis pensamientos terrenales/mundanos parecían quererme tentar por un instante a suponer que son los 115 cardenales y sus manejos “políticos” los que eligen al sucesor de Pedro, cuando en pura verdad, ¡es Cristo quien lo hace! (como lo hizo 2000 años atrás con su humilde pescador de hombres). Por lo tanto, si Cristo eligió a Francisco, Francisco es el mejor Papa con el que puede contar la Iglesia en este momento.
Dios nunca se deja ganar en sorpresa y misterio. Esta elección me recordó mucho a la historia de la unción de David. Le presentaron al profeta Samuel supuestamente “toda la familia” para que él ungiese a quien Dios le diría, y sin embargo entre ellos no se hallaba “el elegido”. Aquel hermano no tenido en cuenta por el resto, fue convocado desde donde cumplía su humilde tarea de pastor, para ser ungido como nuevo Rey de Israel. Ese es Dios, esas son “a veces” -jamás podemos atrevernos a sostener un “siempre”- sus formas (las cuales evidentemente difieren bastante de las nuestras y/o de las del mundo que todos conocemos). Si Francisco fue ungido por Dios, entonces Francisco es nuestro mejor Rey. Y si bien con sus primeros gestos y palabras, ya se va ganando la admiración y el respeto de muchos, créanme que no faltarán otros gestos y otras palabras que con el correr del tiempo -y el natural paso de la tradicional “luna de miel” de todo dirigente con sus dirigidos- se convertirán en escándalo y perplejidad para más de uno. No obstante, nada de esto debiera preocuparnos o confundirnos como hombres y mujeres de buena fe, ya que Francisco seguirá siendo el ungido y el bendecido de Dios.
Galilea en Argentina:
Hoy los argentinos somos los galileos de veinte siglos atrás. Galilea vio nacer y crecer a Simón (el humilde pescador) para luego verlo partir hacia y por el mundo para trascender su propia tierra, convirtiéndose en Pedro (el ungido Pastor). Argentina vio nacer y crecer al hermano, sacerdote, obispo y cardenal Jorge Mario Bergoglio, para luego verlo partir a una misión que trasciende ya su tierra y se transforma en universal/global; misión que convierte a su vez al compatriota en Francisco (el ungido Papa). Así como Simón fue arrancado de Galilea para darle un Pedro al mundo, Jorge Mario Bergoglio fue arrancado de Argentina para darle Francisco al mundo. Esto como galileos contemporáneos debería enorgullecernos, llenarnos de alegría por sabernos compatriotas y a la vez contemporáneos del Pedro actual. ¡Saber que nuestra querida y bendecida tierra aportó el 266º Pedro a la Iglesia de Dios!
Ahora bien, sin dejar de lado este orgullo, este asombro y esta alegría, debería también surgirnos una reflexión bien profunda: ¡¿qué quiere transmitirnos Dios con la elección de un compatriota para guiar su Iglesia?! ¡¿Cómo nos encuentra como hermanos y como nación esta unción?! No pretendo introducir la política, ni mucho menos la ideología a esta reflexión, pero con la mano en el corazón y más allá de toda creencia política, social y religiosa, creo que todo argentino experimenta a diario que humana y espiritualmente, nuestra relación de hermanos-compatriotas no está atravesando un buen momento. La división y el encono parecieran sustituir toda oportunidad de encuentro y diálogo fraterno y sincero; y esto no nos hace bien, ni como personas ni como nación. Por lo tanto, cabe interpelarnos en nuestro interior: ¿qué representa Francisco en este momento para la Argentina? ¿Puede su figura y pastoreo ser fuente de unión y mayor fraternización entre los argentinos? ¿Podrá esta vez Pedro ser profeta en su tierra? Ruego a Dios -fuente de todo amor y felicidad- que Francisco represente un rejuvenecer de la espiritualidad nacional (más allá de la fe/religión que cada uno profese). Que Pedro en Roma sea fuente de constante bendición para Galilea.
Acompañémoslo con las oraciones que él mismo nos pidiese en su primera aparición al mundo como Sumo Pontífice. ¡Viva nuestro Papa Francisco!
Juan Miguel Bestani
16 de marzo de 2013
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