Moisés Sbardelotto*

 

Gastar las suelas de tus zapatos yendo a donde nadie va. Y después regresa para contar y compartir honestamente esa experiencia con los demás. Este es el “método” propuesto por el Papa Francisco a los comunicadores y comunicadoras en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este año.

 

Francisco pide a los comunicadores que no sean meros “espectadores externos” de la realidad, sino que salgan de la presunción de lo “ya sabido”, que no se contenten con información prefabricada, construida sin salir de las redacciones o de la propia casa, frente al computador, sin encontrar a las personas. Una información fotocopiada, siempre igual, “palaciega”, autorreferencial y narcisista, según el Papa, es incapaz de percibir “la verdad de las cosas y de la vida concreta de las personas”.

 

En cambio, los comunicadores necesitan ponerse en movimiento, yendo a ver la realidad de los hechos, estando con las personas y escuchándolas, experimentando “la vida como es”, en palabras del también periodista Nelson Rodrigues. Para eso es necesaria “una curiosidad, una apertura, una pasión”. Así es posible recoger sugerencias de la realidad, que siempre sorprende.

 

Comunicación en salida

 

La inspiración de esta “comunicación en salida” proviene del Evangelio de Juan (1, 45-46), cuando Felipe le cuenta a Natanael su encuentro con Jesús de Nazaret. Natanael, sin embargo, le pregunta: “¿Puede venir algo bueno de Nazaret?” Felipe no intenta convencerlo con un razonamiento teórico, sino que simplemente dice: “Ven y mira”. Natanael, a su vez, va y ve, vive y, a partir de ese momento, su vida cambia. “La fe cristiana – dice el Papa – comienza así. Y se comunica así: como un conocimiento directo, nacido de la experiencia y no por oír decir”.

 

El propio atractivo de Jesús acerca de quien se encontraba con él, como Felipe y Natanael, no dependía solo de la verdad de su predicación y del “contenido” transmitido. No era mero proselitismo de boca para afuera, como el de muchos pseudo-predicadores que “hablan mucho pero no comunican nada”, parafraseando la cita que trajo el Papa del “Mercader de Venecia” de Shakespeare.

 

Los discípulos no solo escucharon a Jesús, sino que lo vieron hablar. Encarnaba un “estilo” comunicacional evangelizador, podríamos decir. Comunicaba la vida viviendo, comunicaba el amor amando.

 

Su “eficacia” comunicacional se debía a su coherencia de vida, a su testimonio, pues “aquello que él decía era inseparable de su mirada, de sus actitudes y hasta de sus silencios”, recuerda Francisco.   Como Logos encarnado, “el Verbo se hizo Rostro, el Dios invisible se dejó ver, oír y tocar”, dice el Papa.

 

El testimonio cristiano, cuando se vive con honestidad en todo lo que una persona hace y deja de hacer, es capaz de comunicar un “exceso” de humanidad a quien acepta el desafío de “ir y ver”. Es capaz de comunicar ese “exceso” incluso cuando usa solamente palabras, pues la otra persona, al leerlas, podrá “tocar con las manos el palpitante milagro de la vida”, como el beato Manuel Lozano Garrido (1920-1971).), Periodista español citado por el Papa.

 

. Comunicación que siente y te hace sentir

 

Ir a ver, hacer experiencia, tocar con las manos. Con tales indicaciones, Francisco apunta a una comunicación capaz de sentir la realidad en primera persona, y no solo de narrarla por boca de fuentes autorizadas. Para dar sentido a la realidad compleja y muchas veces caótica en la que vivimos, es necesario sentirla en primer lugar.

 

En otras palabras, si por un lado comunicar es construir sentidos sobre el mundo, por otro lado, el sentido solo tiene sentido si es sentido. Es necesario sentir los sentidos para que tengan sentido. De ahí la necesidad de una comunicación sensible, es decir, que siente y también hace sentir, que es sensible y también sensibiliza. Una comunicación sensible en el tratamiento de personas y realidades, capaz de sentir los sentimientos en juego, y de comunicar sentidos con sensibilidad.

 

No se trata de caer en la trampa (o tentación) de la comunicación “sensacionalista”, que explota las emociones y sensibilidades ajenas para ganar audiencia y lucrar con espacios publicitarios. En tales casos, “la emoción está ahí al servicio de la producción de un nuevo tipo de identidad colectiva y control social, disfrazado de felicidad prefabricada”, como afirma Muniz Sodré (“Estrategias sensibles: afecto, medios y política”, Vozes, 2006 , pág.51).

 

Por el contrario, la comunicación sensible es estética, en un sentido profundo, y no solo lógica-racional-analítica. Se trata de una comunicación que pasa por la sensorialidad, por la sensibilidad, por la pasión, por el afecto y afección hacia las personas y la realidad. Con ello, también permite al otro al que se le comunica algo “sienta en la piel” el hecho narrado y haga una experiencia del fragmento de vida que le fue compartido.

 

En el contexto comunicacional actual, es urgente otra comunicación, “capaz de liberar la acción comunicacional de las concepciones que la limitan al nivel de interacción entre fuerzas puramente mecánicas y de abarcar la diversidad de la naturaleza de los intercambios, en los que se hacen presentes los signos intelectuales, pero principalmente los poderosos dispositivos del afecto”, continúa Sodré (p. 12).

 

Razón sensible: de la anestesia a la estesia

 

La comunicación sensible busca devolver el “alma” a los procesos comunicacionales. Se trata de superar la “anestesia” frente a la realidad con la “estesia”, sensibilidad ética y estética. Para el comunicador, el conocer no puede separarse del sentir. Dicha comunicación busca dar “inteligibilidad a lo sensible”, con “la disponibilidad de sentir y la disposición para comprender”, según Eric Landowski (“Para una semiótica sensible”, p. 101, disponible aquí). Es necesario recuperar la síntesis y superar la dicotomía entre lo sensible y lo inteligible: cuanto más sensible, más inteligible y, por tanto, más comunicable.

 

El desafío es poner fin a la dictadura de la razón funcionalista e instrumentalista en los procesos de comunicación, que impone quimeras como la objetividad (que se convierte en objetivación), la imparcialidad (que se traduce en partidarismos velados), la exención (que acaba revelando compromisos turbios). y neutralidad (que revela prejuicios implícitos). Y también poner fin a la irracionalidad de la propia razón, que, en el extremo, conduce a fenómenos como la actual infodemia, que difunde los “virus” de la mentira, rumores, mala información, prejuicios, discriminación, xenofobia, violencia verbal, de los discursos del odio.

 

En cambio, una comunicación sensible busca poner en práctica “otras formas de razonamiento, como la razón sensible, simbólica y ética, fundamentales para la vida social”, y “nos despierta al reencantamiento y al cuidado por la vida”, como afirma Leonardo Boff. Quien desea dar cuenta de la sensibilidad humana y social que emerge en la realidad, según Michel Maffesoli, necesita vivir la “innegable sinergia entre la razón y los sentidos” (“Elogio de la razón sensible”, Vozes, 1998, p. 28) , e integrar esta globalidad en su análisis, como en el caso de los comunicadores en general.

 

Emoción, empatía y compasión

 

Para comunicar aquello que se siente y hacer sentir aquello que se comunica, son fundamentales tres elementos: la emoción, la empatía y la compasión, que están íntimamente ligados al movimiento “ir y ver”.

 

La emoción proviene del latín emovere, es decir, un movimiento del espíritu ante el mundo. Una comunicación sensible se conmueve frente a la realidad a ser narrada, camina al mismo ritmo que los acontecimientos, se pone las mismas sandalias que los sujetos involucrados, se pone en la misma sintonía del el otro. No es casualidad que el mismo Jesús se “conmoviera” al enterarse de la muerte de Lázaro y ver llorar a Marta, María y sus amigos (cf. Jn 11, 33).

 

La empatía, en cambio, proviene del griego em-patheia, es decir, sentir juntos, compartir el mismo “sentimiento amoroso del mundo”, practicando una “aceptación irrestricta de la diferencia”, sin juzgamientos previos o posteriores, tal como la define Sodré (pág. 53). Es por eso que Jesús no sólo se conmueve por el dolor y el llanto de Marta y María, sino que comparte el mismo sentimiento y también llora (cf. Jn 11, 35).

 

Y la compasión viene del latín com-passione, es decir, experimentar el sentimiento ajeno, vivir la pasión del otro. En el griego de los evangelios, la compasión (splagchnizomai) significa ser “movido por las entrañas”. Jesús también se pone en movimiento, ve las multitudes y “tiene compasión” de ellas, porque están fatigadas y sacrificadas como ovejas sin pastor (cf. Mt 9,36). Se trata de un sentimiento visceral que se repite en los Evangelios, significativamente, en los personajes del buen samaritano y el padre del hijo pródigo.

 

Cabeza, corazón, manos … y pies

 

Con emoción, empatía y compasión, una comunicación sensible busca reconectar logos y pathos, razón y pasión, narración y experiencia. Por lo tanto, permite reconectar en el proceso comunicacional,también la cabeza, el corazón y las manos, como dice Francisco, para pensar aquello que se siente y se hace, sentir lo que se piensa y se hace, y para hacer lo que se siente y se piensa. Y también podríamos articular un cuarto elemento, que aparece en el mensaje de este año: los pies, que gastan las suelas de sus zapatos para “ir y ver”, y así sentir, pensar y hacer.

 

Como dice el Papa, todos somos responsables de la comunicación que hacemos y podemos asumir el papel de testigos de realidades desatendidas por los llamados “medios dominantes” “Gracias a la red, tenemos la posibilidad de contar lo que vemos, lo que pasa ante nuestros ojos”.

 

Por eso, todos somos llamados a ser “testigos de la verdad”, no una verdad teórica y absoluta (sin vínculos), sino una verdad encarnada en la realidad y en las relaciones, y por tanto relacional. Que solo se encuentra, como dice Francisco, en el movimiento de “ir, ver y compartir” las experiencias y vivencias sobre todo de quienes más sufren los abusos y las injusticias, como las minorías perseguidas, los pobres y la creación.

 

* Periodista brasileño, doctor en Ciencias de la Comunicación y profesor colaborador de la Universidad do Vale do Ríos do Sinos, UNISINOS. Su libro más reciente es “Comunicar a Fé: Por quê? Para quê? Com quem?” (Ed. Vozes, 2020).

 

– Este artículo fue publicado originalmente en el sitio IHU UNISINOS. Traducción libre de SIGNIS ALC