Alejandro Caro*
SIGNIS ALC, Asociación Católica Latinoamericana y Caribeña de Comunicación, celebró, el pasado 13 y 14 de julio de 2022, en Ciudad de Panamá, su 6º Congreso Latinoamericano y Caribeño de Comunicación (VI COMLAC), con el tema: “Comunicación, interculturalidad y espiritualidad para la transformación social”. De por sí, ya el título coloca un desafío, tanto a los expositores como a los asistentes y, por supuesto, a SIGNIS ALC, a cada una de sus Asociadas y, a través de ellas, a sus miembros en América Latina y el Caribe.
En esta oportunidad, la asociada de SIGNIS Panamá y el arzobispo y Canciller de la Universidad Santa María La Antigua, Monseñor José Ulloa, fueron los anfitriones del evento.
El artículo escrito por la presidente de SIGNIS Colombia, Daisy Velásquez, recoge muy bien la experiencia académica del Congreso, del cual fui su coordinador general; por lo tanto, me remitiré a recordar algunas anécdotas y, después, a destacar los desafíos que nos ha dejado este encuentro Latinoamericano de comunicación, poniendo en consideración como eje central el lema del 6º Congreso.
El Comlac nos propone hacer un alto y mirarnos a nosotros mismos, tal como somos y, asimismo, reflexionar cómo los otros nos ven, para, en conjunto, recargar -vamos a decir-, nuestras “baterías” y poder continuar nuestro trabajo comunicacional, donde quiera que estemos: en la radio, prensa, TV o en las redes sociales. Lo importante es percibir, sin decirlo, que nuestra actividad está impregnada de una búsqueda de transformación de nuestras comunidades y de nuestros países, para alcanzar un continente más justo, libre y participativo.
Cada uno de estos congresos (seis, hasta el momento) se enmarcaron en un momento y un tiempo determinados, con el objetivo de dar luces a las circunstancias en que se realizaron, y esta no fue la excepción. Marcado fuertemente por la pandemia -lo que obligó a postergarlo- y con la incertidumbre de los contagios, no fue un obstáculo vivir la experiencia, tanto de manera presencial, con cupos limitados, como virtual. En medio de este contexto, durante el Sexto Congreso se vivieron con entusiasmo las diferentes temáticas y talleres impartidos por los distintos expositores, así como el programa de formación de radio comunitaria y ciudadana “RadioLío Prendiendo La Chispa de la Palabra”, en el que participan jóvenes de 11 países de la región.
Entre los jóvenes se pudo escuchar frases como “aquí he escuchado y aprendido lo que en mis estudios no había visto”, o “esto ha sido un bálsamo para mi alma”. Cómo olvidar un momento entre los jóvenes, durante una de las trasmisiones en la radio, si debían continuar o no transmitiendo un tema de uno de los expositores, de aquellos que aquí llamaré “fronterizos”, al no ser comúnmente tratados en las charlas o en los programas comunicacionales de SIGNIS ALC. Finalmente, decidieron no autocensurarse y la transmisión continuó. Ahora bien, no sé si eso tuvo consecuencias. De haberlas tenido, sería un mal ejemplo de ejercicio comunicativo para los jóvenes, quienes están en ese camino de descubrir la verdad y la justicia y a quienes enseñamos a ver a los medios desde un imperativo ético.
Seguro que, como esta anécdota, hubo muchas que se quedarán en el imaginario de los asistentes.
A propósito, quisiera hacer un recorrido de los desafíos que nos depara el futuro a los comunicadores, con la impronta del Evangelio, colocando en la base la espiritualidad que debe guiarnos en ese caminar, al representar el sentido de lo más profundo de nuestro ser, para, desde allí, reconocer al otro; esta debe ser nuestra ética relacional.
Esta ética nos permite conectarnos con la interculturalidad -es decir, con un mundo más complejo en donde se conjugan diferentes culturas producto de la migración-, generando un intercambio de modos de vida y de experiencias culturales, religiosas y espirituales. Esto no es fácil, pues aquí suelen aflorar prejuicios de diferentes estilos, como, expresar que los migrantes “me van a dejar sin trabajo”.
Lo anterior requiere, en primer lugar, entender que nadie abandona su lugar de origen por gusto, sino que, la mayoría de las veces, se trata de algo forzado por razones económicas o de violencia. Por lo tanto, se requiere una mirada compasiva, como la de Jesús frente a la prostituta o a los enfermos. Es esta mirada la que debe colocarnos frente al espejo y decirnos quiénes realmente somos.
Si somos comunicadores, y no cualquier comunicador -pues ya hay bastantes y de todos los tipos (es más, hoy en día todos podemos comunicar gracias a los medios tecnológicos de los que disponemos)-, debemos preguntarnos: ¿cuáles son los desafíos e imperativos éticos y sociales? Y ¿el trabajo comunicativo que llevamos a cabo es para mantener las mismas creencias o, de lo contrario, para salir a pescar en esa Iglesia en salida que propone el Papa Francisco? Ese es uno de los desafíos, pero hay más.
La espiritualidad debe permitirnos reconocer al otro, no como alguien igual a mí, sino, como alguien que nos supera, convirtiéndose en un infinito que no somos capaces de abarcar totalmente; en ese momento es cuando debemos reconocer el gran Ser Infinito, es decir, a Dios. Lo anterior debe permitirnos enfrentar cualquier desafío que afecta a los que me rodean o a mi comunidad, es decir, a las personas o a los contextos.
Lo anterior debe partir de nuestra búsqueda interna, para permitirnos reconocer en los demás a Aquel en quien decimos creer. Esa creencia nos permitirá, sin discriminación, ir en la búsqueda de todos los rostros humanos y seres con quienes convivimos en este Planeta. Por lo tanto, nuestra espiritualidad debe ser el motor que energice nuestro trabajo comunicacional.
La espiritualidad debe traspasar todo nuestro quehacer comunicacional y nuestras relaciones, tanto laborales como personales. De lo contrario, lo que hagamos se transformará en algo vacío.
La tarea, como nos damos cuenta, es ardua y requiere de fortaleza, para no doblegarnos con los avatares de nuestro diario vivir. Para llevar adelante esto, es necesario trabajar de una manera colaborativa, tanto al interior de nuestra organización, como con otras entidades, en búsqueda de esa sinergia; aprovechar a aquellos que ya están desarrollando proyectos de comunicación de forma exitosa, de tal manera de propiciar un impacto y transformación social.
Toda organización debe mirar cuáles son sus fortalezas, es decir, los temas que maneja mejor y a los expertos que las desarrollan, indudablemente, tomando en cuenta a la realidad y a los contextos en donde vamos a aplicar nuestro proceso comunicativo. De lo contrario, al no considerar las variables contextuales, las buenas ideas pueden quedarse solo en eso.
Los comunicadores estamos llamados a construir y desarrollar un buen vivir y un vivir bien, con todo lo que eso implica: jugarse por la verdad, la justicia, la transparencia -sin distinciones de creencias o ideologías -para llegar a ser comunicadores fieles a la verdad. Para lograr esto, debemos investigar las fuentes, verificarlas, confrontarlas y buscar siempre el bien común de nuestras comunidades. Lo anterior demostrará nuestro profesionalismo, así como el respeto por nosotros mismos y por nuestros lectores, oyentes o por quienes nos ven. Por esto, para llevar a cabo un trabajo efectivo, debemos actualizar constantemente nuestros conocimientos y habilidades.
Los desafíos, producto de una reflexión seria, siempre son muchos. Aquí sólo dejo algunas reflexiones que me parecen importantes, indudablemente, teniendo en cuenta la base sobre la cual debemos construir nuestro trabajo y vida, para, después, elegir por cuál comenzar, pues no se puede hacer todo a la vez. Debemos mirar esto como un proceso. Pero, es imperativo hacerlo, para ser fieles con nosotros mismos y con los demás.
Finalmente, es importante considerar, dentro de nuestra organización, el modelo propuesto anteriormente, pues si queremos ser -y lo somos- un referente cultural en busca de la transformación social e incidir en la comunidad, debemos estar atentos a los cambios de la sociedad. De lo contrario, nuestras iniciativas tendrán un efecto débil.
Lo anterior implica realizar los cambios necesarios en los momentos oportunos, pues lo que ayer funcionó bien, no necesariamente lo hará hoy. Es importante mirar y evaluar constantemente los cambiantes contextos sociales, políticos y económicos y actualizar nuestros objetivos, si deseamos alcanzarlos. La rigidez de las personas y de la organización ponen en riesgo las metas a alcanzar y eso nos puede costar nuestra supervivencia, esa que desea promover la transformación social.
* Educomunicador y crítico de cine (Chile), actual vicepresidente de SIGNIS ALC.
Este artículo fue publicado en la revista digital Punto de Encuentro, de SIGNIS ALC, diciembre de 2022